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30/05/2024 by Instituto Superior de Navegación

Cálculo del Rumbo Verdadero a partir del Norte Magnético y el desvío del compás (Clase 23)

Viene de Cartas Isogónicas (Clase 22)

Cálculo del Rumbo Verdadero a partir del Norte Magnético

Supongamos que nos encontramos navegando en una zona donde el Norte Magnético se encuentra al Este del Norte Verdadero (Declinación Este) (Fig. 61A).

Entonces:

Rv = Rm + dm

Supongamos ahora que en la zona donde navegamos el Norte Magnético se encuentra al Oeste del Norte Geográfico (Declinación Oeste) (Fig. 61 B).

En este caso:

Rv = Rm – dm

Como se puede comprobar, las fórmulas que surgen son idénticas pero con el signo cambiado. Para evitar la construcción de una fórmula distinta para cada caso, adoptaremos la primera (con el signo +) y definiremos como positiva a la Declinación Magnética Este, y como negativa a la declinación Magnética Oeste.

dm (E) = +

dm (W) = –

Un sencillo ejemplo: Si navegamos con un Rumbo Magnético de 135o en una zona con una Declinación Magnética de 9o al Oeste. ¿Con qué rumbo verdadero me desplazaré?

Rv = Rm + dm Rv = 135o + (-9o) Rv= 135o – 9o
Rv = 126o

Un ejemplo inverso: Si decidiésemos navegar a un rumbo verdadero de 96o en una zona con una Declinación Magnética de 4o al Este. ¿A qué rumbo magnético debería gobernar?

Rv = Rm + dm

Despejo Rm:
Rm = Rv – dm Rm = 96o – (+4o) Rm = 96o – 4o Rm = 92o

El desvío del compás

Para explicarlo básicamente, podemos decir que todo compás magnético debería orientar su rosa señalando al “norte magnético”. En el apartado anterior habíamos hablado acerca de las complicaciones de trasladar la lectura obtenida a valores “verdaderos o geográficos” para llevar a la carta náutica el resultado, sumando o restando la declinación magnética del lugar. Ahora bien, para complicar aún más la cuestión vamos a añadir que, en realidad, los compases de navegación tampoco apuntan hacia el norte magnético debido a las desviaciones a que se ven expuestas las agujas imantadas. Esto hace que nos veamos obligados a minimizar los efectos de la desviación (compensar) y, en el peor de los casos, a construir una “tabla de desvíos” que nos sirva para calcular las diferencias en la lectura.

El desvío del compás es la diferencia angular entre la dirección al norte magnético y el norte que indica la aguja náutica (norte compás). Para expresarlo de una manera más sencilla: es la diferencia entre lo que debería marcar el compás y lo que marca realmente.
Dicho de este modo, el desvío del compás aparece como un error de instrumento (en realidad no lo es); pero a diferencia de otros errores instrumentales, como el error de índice del sextante (tema a tratar más adelante), el desvío del compás presenta dos serios inconvenientes:
• Su determinación es mucho más dificultosa, dado que dicho desvío no es constante para todas las mediciones sino que varía para cada rumbo al que se navega.
• Su corrección o “compensación”, dependiendo del tipo de compás, es más compleja todavía.

¿Por qué se produce la desviación?
En términos generales, el desvío del compás es producto de la proximidad del mismo a elementos metálicos que interfieren en el magnetismo de la aguja, desviando la misma hacia uno u otro lado. Esto puede minimizarse bastante en pequeñas embarcaciones, donde no existen enormes motores internos u otros objetos metálicos de gran tamaño, teniendo la precaución de instalar los compases lejos de estos últimos. En embarcaciones de porte esto se hace más dificultoso. Ni hablar de aquellos buques cuyos cascos se han construido con acero naval. En estos, los desvíos del compás alcanzan valores colosales y se hace imprescindible instalar compases con complejos sistemas de compensación.

Continua en: Teoría de los desvíos (Clase 24)

Darío G. Fernández
Director del ISNDF

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30/05/2024 by Instituto Superior de Navegación

Principio de funcionamiento (Clase 20)

Viene de El Compás de Navegación (Clase 19)

Podemos definir al compás de navegación como el instrumento que permite orientar un buque en el mar, permitiendo que éste navegue a un rumbo determinado. Básicamente, consiste en uno o varios imanes llamados “directores” que se encuentran unidos a un disco graduado o “rosa de los vientos” en el que se hallan dibujados los rumbos de 0o a 360o (Fig. 51).

Este último se encuentra en libertad de girar sobre un pivote llamado “estilo”, cuya punta se apoya en el “chapitel”, permitiendo de esta manera que dicho círculo se oriente con los meridianos magnéticos gracias a las propiedades de los imanes, con escasa fricción o rozamiento.
Todo el conjunto va montado dentro de un recipiente denominado “mortero”, cuya tapa es de cristal transparente. Dependiendo del diseño del compás, el disco central que contiene a la rosa de los vientos se encuentra montado sobre una suspensión cardánica a fin de que las variaciones en la escora no afecten a la horizontalidad de la rosa.
La rosa de los vientos bien puede considerarse inmóvil a pesar de los movimientos que efectúe el buque, dado que siempre se va a encontrar orientada respecto del meridiano magnético, y será el buque el que gire en torno a ella.
Para efectuar la lectura sobre la escala es preciso fijar la vista en la “línea de fe”, que puede ser una línea pintada sobre el fondo del mortero o una especie de aguja colocada verticalmente, como muestra la figura 52.


Existen dos tipos principales de rosa de los vientos:
Rosa plana: En esta rosa la lectura se realiza sobre la parte posterior de la misma, lugar donde se sitúa la alidada o línea de fe. Debido al efecto de la lupa que crea el líquido en el interior, los números en el fondo del compás aparecen ampliados y permiten una lectura más fácil (Fig. 53). Este tipo de rosa permite tener una visión global del rumbo del barco respecto del Norte. En su gran mayoría se utilizan en compases montados sobre una bitácora, por delante del timón.


Rosa cónica: En este caso la lectura se efectúa de manera frontal. Generalmente, además de la lectura frontal, la parte superior de la rosa también viene graduada, ofreciendo en algunos casos las dos posibilidades de lectura. Generalmente utilizan este tipo de rosas los compases de empotrar o de mamparo (Fig. 54).
Los requisitos fundamentales que debe reunir un buen compás de navegación son dos: estabilidad y sensibilidad. Esto quiere decir que debe registrar los más ínfimos movimientos en el rumbo del buque y no obedecer, en cambio, a fuerzas ajenas al magnetismo como pueden ser vibraciones, pantocazos, guiñadas, etc. Para lograr este efecto es preciso que la rosa sea sumamente liviana, que posea una gran “fuerza directriz” y un “período de oscilación” relativamente largo.
La fuerza directriz es aquella que obra sobre el norte de la aguja, llevándola nuevamente a su posición (orientada con el meridiano) cuando haya sido apartada por una causa cualquiera.
Al tiempo que tarda la aguja en ir en un sentido y volver luego en contra, hasta arrancar de nuevo en la dirección primera, se llama período de oscilación. Este período no debe coincidir con el balanceo del buque, dado que la rosa se tornaría inestable.

Existen dos grandes grupos de compases: de líquido y secos. En el primero, la rosa gira en el interior del mortero inmersa en un medio líquido que puede ser una mezcla de alcohol y agua destilada, glicerina, etc.
En los compases secos, en desuso en la actualidad, la rosa se mantenía suspendida en el estilo dentro del mortero vacío. Este último, llamado “compás o aguja de Thompson”, estaba formado por un anillo de aluminio ligero que coincidía con el borde exterior de un disco de papel. El disco llevaba pintados los rumbos (rosa de los vientos) y la aguja magnética estaba conformada por varias agujas o varillas paralelas, sostenidas por hilos de seda, que las fijaban al aro de aluminio y al pivote central.
Existieron muchos tipos de compases secos, pero todos ellos son muy parecidos al de Thompson. Este tipo de compases se hallaban mucho más expuestos a variaciones por vibraciones u oscilaciones que los de líquido. Para evitarlas contaban con dispositivos y lastres de plomo que amortiguaban en parte los movimientos bruscos. Las altas velocidades de los buques de guerra, así como los disparos de artillería daban lugar a violentas vibraciones en las agujas secas. En los buques mercantes ocurría algo similar si las condiciones climáticas eran adversas. Por estas razones se ha generalizado el empleo de compases de líquido, en los que las perturbaciones en la lectura por vibraciones externas son mucho menores debido a la amortiguación que el líquido proporciona. Estos últimos, dado que la rosa es soportada por el líquido que lleva el mortero, tienen la facultad de llevar imanes de mayor tamaño, lo que mejora considerablemente la “fuerza directriz”.
En los compases de navegación que utilizan los buques de porte, el mortero conteniendo la rosa se encuentra montado en una doble suspensión cardánica sobre una columna de madera denominada “bitácora”, construida de una altura conveniente para la visión del timonel (Fig. 55).
Por encima se coloca el cubichete que sirve de resguardo a la aguja náutica. Dentro de la bitácora hay distintos compartimientos donde se alojan los elementos para la compensación del compás, tema que trataremos más adelante. De más está decir que esta serie de elementos solo se utilizan en grandes compases de bitácora que se encuentran expuestos a enormes desviaciones. En las embarcaciones deportivas donde los desvíos son pequeños, basta con un par de imanes Norte-Sur, Este-Oeste.

Continua en: La declinación magnética (Clase 21)

Darío G. Fernández
Director del ISNDF

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30/05/2024 by Instituto Superior de Navegación

El Compás de Navegación (Clase 19)

Viene de Gerard Kremer, alias Mercator y El ignoto Pedro Apiano (Clase 18)

Si bien no es motivo de este manual el estudio minucioso de la teoría del magnetismo, es interesante resaltar algunos conceptos básicos.

En todo imán, o en cualquier otro cuerpo con propiedades magnéticas, existen dos sectores opuestos denominados polos magnéticos: el polo norte y el polo sur magnéticos. De este último emanan líneas de fuerza que se dirigen al polo norte y conforman alrededor del imán lo que se conoce como campo magnético (Fig. 49).

Dicho campo magnético se comporta ejerciendo una fuerza de atracción respecto de otros elementos magnéticos, o también respecto de algunos elementos metálicos con alto contenido ferroso. Cabe aclarar que la atracción magnética no afecta a otros metales que no contengan hierro en su composición, tales como el aluminio, la plata, etc.

Algo importante de destacar es que la fuerza de atracción se generará entre elementos cuya configuración norte-sur sea opuesta: polos de distinto signo se atraen y polos de igual signo se repelen.

La esfera terrestre posee idénticas propiedades y constituye una gran masa que se comporta como un imán de enormes proporciones.
Las líneas de fuerza que salen del polo Sur y se dirigen al polo Norte serán los meridianos magnéticos (Fig 50).

El compás magnético es simplemente un instrumento que permite medir el ángulo al que apunta la proa del barco respecto del norte magnético (rumbo magnético). El principio de funcionamiento de todo compás magnético es muy sencillo y se basa en las propiedades magnéticas de la Tierra. Para describirlo de manera sencilla diremos que consiste en un imán que, siendo atraído por un determinado meridiano magnético, se orienta en sentido N-S con dicho meridiano, y puede mover solidariamente una aguja o una escala graduada, dependiendo en cada caso del tipo de compás y de su construcción.

Continua en: Principio de funcionamiento (Clase 20)

Darío G. Fernández
Director del ISNDF

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30/05/2024 by Instituto Superior de Navegación

Gerard Kremer, alias Mercator y El ignoto Pedro Apiano (Clase 18)

Viene de: La eclosión en la Edad Media y la cartografía del Renacimiento (Clase 17)

Gerard Kremer, alias Mercator

Gemma Frisius, con quien el rey había alcanzado una verdadera amistad, era por entonces un afamado constructor de instrumentos de medición de enorme precisión, además de profesor de la Universidad de Lovaina. De entre sus alumnos, sin lugar a dudas, Gerardus Mercator fue el más célebre y destacado.

Nacido en Flandes el 5 de marzo de 1512, aprendió de su mentor las artes de la construcción de instrumentos de medición, a punto tal que fabricó para el rey una gran cantidad de ellos destinados a las campañas militares. Entre dichos instrumentos podemos destacar un anillo astronómico, un reloj de sol, un cuadrante y algunas brújulas.

Una de sus creaciones más interesantes consistía en dos esferas concéntricas. La central (que representaba a la esfera terrestre), estaba construida en madera y contenía ya un entramado de paralelos y meridianos. La esfera exterior (que representaba a la esfera celeste) era de cristal transparente y llevaba grabadas las distintas constelaciones. Mercator entregó su invención personalmente al rey junto con una serie de instrumentos más, y este lo premió con el título de Imperatorius Domesticus.
Entre sus reproducciones más destacadas Mercator publicó en 1537 un mapa de Palestina, un planisferio en 1538 y un mapa de Flandes en 1540, aunque su obra más emblemática fue un mapamundi editado en 1569 bajo el título “Nova et aucta orbis terrae descriptio ad usam navigantium emendate accomodata”, donde aparece por primera vez su célebre desarrollo cilíndrico. En dicho mapa, las loxodromias aparecen representadas por primera vez en línea recta cortando a los paralelos con igual ángulo.

Para la construcción de su mapa, Mercator utilizó un ábaco mediante el cual proyectó las imágenes con pequeños incrementos sucesivos. Desde luego que, debido a las imperfecciones del sistema gráfico, los errores de la resolución eran de consideración.

Estas imprecisiones fueron detectadas algunos años después por Edward Wrigt (1558 – 1615), quien descubrió la ecuación matemática que relacionaba la distancia al Ecuador con la latitud, para explicar la proyección mercatoriana. Esto hizo que muchos atribuyeran al propio Wright la invención de la proyección cilíndrica. En realidad, recién a partir del cálculo diferencial pudo resolverse definitivamente el problema, siendo un tal J. Wallis quien asumió la tarea algunos años después. Durante los últimos años de vida, Gerardus Mercator se ocupó de construir un enorme compendio de mapas de toda Europa, al que intentaba compilar utilizando por primera vez el vocablo “Atlas”. Lamentablemente, la muerte lo sorprendió el 2 de diciembre de 1592, dejando inconclusa su obra.
Su hijo, Rumold Mercator, sería el encargado de terminar lo comenzado por su padre en 1595.

El ignoto Pedro Apiano

La devoción por la cartografía de Carlos V no sólo se remitía a su predilección por Mercator, sino que además mantenía relación frecuente con otros cartógrafos de la época. Entre ellos, Pedro Apiano aparece como uno de los más relevantes.

Nacido en Leisnig (Sajonia) el 16 de abril de 1495, fue un reconocido cosmógrafo que, al igual que la mayoría de los pensadores del renacimiento, abrazó múltiples actividades científicas. A pesar de haber escrito gran cantidad de tratados sobre cosmografía, su obra se hizo célebre a partir de la publicación en 1540 de su “Astronomicum Caesarium”. Este libro, considerado como el más espectacular del siglo XVI, fue editado a instancias del rey, quien le concedió el derecho de imprimirlo junto a sus otras obras. El tratado en cuestión era un voluminoso compendio sobre todos los movimientos de los cuerpos celestes, eclipses, uso del calendario, etc. Pedro Apiano falleció el 21 de abril de 1522.

Continua en: El Compás de Navegación (Clase 19)

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30/05/2024 by Instituto Superior de Navegación

La eclosión en la Edad Media y la cartografía del Renacimiento (Clase 17)

Viene de: El retroceso medieval (Clase 16)

La eclosión en la Edad Media

Si ningún lugar a dudas, la obra de Al Idrisi influyó de manera determinante en la cartografía de los años venideros. En tal sentido, y casi en las postrimerías de la Edad Media, comienza a surgir en Europa una nueva manifestación de la cartografía de la época: las cartas marinas, también conocidas como “portulanos”. Si bien no se puede determinar a ciencia cierta dónde comienzan sus orígenes, se presume que los más antiguos datan del siglo XIII. Los portulanos, utilizados mayormente en navegaciones de cabotaje, presentan una característica que los diferencia de las cartas o mapamundis de la época: traían representada la rosa de los vientos, en una señal inequívoca de la utilización de la brújula en navegación. La forma de representar los rumbos en dichas cartas se basaba en un entramado de líneas que entrecruzaban todo el mapa, formando una especie de telaraña a la que denominaban “ombligo”, cuyas líneas partían de las rosas de los vientos antes mencionadas.

Entre los portulanos más conocidos podemos citar el Atlas de Cresques, una representación del mar Mediterráneo que data del año 1375.

Existen dos grandes grupos entre los que pueden clasificarse los portulanos: italianos y españoles. La característica que los diferencia reside en que los portulanos italianos representaban solamente el perímetro continental, mientras que los españoles extendían sus gráficos a las zonas terrestres. Era frecuente encontrar en los portulanos españoles la representación no solo de ríos interiores, sino también de relieves propios del terreno e incluso detalles de las ciudades más importantes.

La diferencia más concluyente tanto en los métodos de navegación como en la cartografía de la Edad Media, está dada sin lugar a dudas por la utilización de la brújula. Si bien se presume que esta ya era utilizada en la China en el siglo IX, su aplicación en el mar parece demorarse hasta comienzos del siglo XIII.

La cartografía del Renacimiento

No caben dudas que la revolución definitiva de los métodos de navegación se produce a partir de las expediciones tanto de portugueses como de españoles al nuevo continente. Esto responde indudablemente a los intereses políticos y económicos que ambos países depositaban en las nuevas tierras. De aquí que los gobiernos europeos se abocaran a la tarea de financiar todo tipo de expediciones y se comenzara a considerar a la cartografía como una poderosa herramienta de índole política y comercial. Esto, que tiene su origen en España y Portugal, rápidamente se extendió a países como Francia, Inglaterra y Alemania. En ese sentido, el Rey Carlos V puede ser considerado como uno de los grandes impulsores de la cartografía de Europa. Consciente de su valor, formó a un grupo de cartógrafos de gran renombre, pertenecientes a la Universidad de Lovaina (donde actualmente se encuentra Bélgica), para encargarle una reproducción cartográfica de los países bajos. Dicha universidad, una de las más antiguas del mundo, reunía por entonces a los más prestigiosos nombres de la astronomía, la geografía y las matemáticas.

El grupo formado por el Rey incluía a Gerard Kremer (1512-1594), Jacob Van Deventer (1500-1575) y Jemme Reinerzoon (1508-1555), todos ellos pertenecientes a un prestigioso grupo de cartógrafos flamencos. Debido a que el idioma que se consideraba científico por aquella época era el latín, los tres decidieron reemplazar sus nombres verdaderos por Gerardus Mercator, Jacobus de Deventria y Gemma Frisius respectivamente. Si bien es cierto que el nombre que mayor fama ha adquirido a lo largo de los años es el de Mercator, este fue alumno de Frisius y este último a su vez lo fue de Deventer.

Jacob Van Deventer preparó para Carlos V una representación sumamente fidedigna de los países bajos en varias entregas parciales. Estos mapas resultaron de tal agrado para el emperador, que le nombró su cartógrafo personal con una abultada renta mensual.

La obra de Deventer sirvió de inspiración a Mercator para el desarrollo de su tan conocida proyección.

Continua en: Gerard Kremer, alias Mercator y El ignoto Pedro Apiano (Clase 18)

Darío G. Fernández
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