Viene de Métodos para determinar el rumbo verdadero (Clase 27)
Historia del Compás
Entre los primeros nombres con que se conoció al actual compás o “aguja náutica”, figuran el de “magneto” o “calamita”. El primero debe su nombre al hecho de que la famosa “piedra imán” o “magnetita” fue descubierta por los habitantes de un pequeño pueblo de Magnesia, en el Asia Menor, a quienes se conocía como los “magnetos”. El término calamita, surge aparentemente por que dicha piedra imantada se introducía en una caña (en latín: Calamus) y se hacía flotar sobre una superficie líquida. Dicha caña señalaba la línea Norte-Sur. Por supuesto que para obtener cierta precisión fue necesario afinar dichas cañas, especialmente la parte que apuntaba hacia el Norte, asemejándolas cada vez más a una “aguja”.
De la palabra “compás” no se tiene una etimología demasiado cierta, aunque se cree que proviene del término italiano “compasso” (“con” y “passo”), que significa “con regularidad”, “con medida”. Otra explicación sugiere que para trazar correctamente la “rosa de los vientos” era fundamental contar con un compás de dibujo.
Una curiosidad interesante aparece con la palabra “brújula”. La rosa de los vientos o la aguja, a los efectos de que pudiese moverse con libertad, se montaba (y se lo sigue haciendo) sobre un pivote llamado “estilo” que se sujetaba al fondo de una caja de madera de boj, en italiano “Bosso”, cuyo diminutivo es “Bossola” (pequeña caja de madera).
Como sea, existen relatos que describen la utilización de estos magnetos unos 2.600 años antes de Cristo en batallas libradas por algunos emperadores chinos, de las que pudieron escapar gracias a sus bondades. Se conoce también la existencia de un pequeño aparato llamado Fse – Nan, que significa “indicador del sur”, del que se valían antiguos embajadores de la china para retornar a su país. Este artefacto consistía en una pequeña figura humana que apuntaba hacia el sur y se montaba sobre los carruajes de la época.
La mayoría de los historiadores coincide en señalar sencillamente que los chinos, inventores de la aguja, la legaron a los hindúes, y que luego pasaron al mediterráneo por intermedio de los árabes. Se supone que la difusión general acontece en Bagdag en el siglo IX, donde funcionaba un gran centro de investigación científica.
A partir de allí viajó a España, y entre los siglos XII y XIII se difundió entre la mayoría de los países latinos. Desde entonces, la aguja o compás de navegación se ha ido perfeccionando hasta 1878, donde el prestigioso físico británico sir William Thompson (a partir de 1892, Lord Kelvin), tras largos años de experiencias a bordo de su yate, logra crear la famosa “aguja seca” que aún conserva su nombre. La ventaja principal de la aguja de Thompson reside en una altísima sensibilidad (comparada a la de la época) que logró obtener gracias a la construcción de una rosa de muy poco peso, tema del que ya hablamos anteriormente. De allí a nuestra época, la evolución ha sido vertiginosa.
Los inicios de la declinación magnética
Si bien es cierto que la declinación magnética no fue descubierta por Colón (como muchos han querido atribuirle) sino mucho antes, es verdad que fue él el primero en incluirla “oficialmente” a la navegación en 1492, en su primer viaje.
El Gran Almirante pudo comprobar, mientras navegaba en cercanías de las Azores, que la declinación variaba de un lugar a otro, pasando del noreste al noroeste. Téngase en cuenta que en el hemisferio norte era sencillo conocer el norte verdadero gracias a la estrella polar. De esa manera pudo comprobar las diferencias que aparecían en su aguja respecto del norte geográfico.
Un memorable jueves 13 de septiembre de 1492, el almirante anotó en su diario: “Aquel día con su noche, yendo a su vía, que era el Oueste, anduvieron 33 leguas y contaba 3 o 4 menos. Las corrientes leeran contrarias. En este día, al comienzo de la noche, las agujas nordestaban, y a la mañana noruestaban algún tanto”. En realidad, ya en el siglo XII los chinos no solo sabían de la existencia de la declinación magnética sino que además podían determinarla con exactitud.
Cantidad de manuscritos de la época demostraron que en occidente también era conocido y calculado el fenómeno.
El descubrimiento de Colón trajo consigo el deseo de determinar la longitud a partir de las variaciones de la declinación magnética. A partir de entonces, la mayoría de los navegantes de la época comenzaron a registrar rigurosamente las mediciones de declinación obtenidas durante sus viajes, con el afán de poder relacionar algún día dichas diferencias con los meridianos terrestres.
Por supuesto que esto nunca fue posible debido a las irregularidades que sufre la declinación magnética; pero sin quererlo, al trasladar las mediciones obtenidas a las cartas náuticas, habían creado algo de suma importancia: La cartografía magnética.
El primero en construir una carta magnética fue el español Alonso de Santa Cruz, cosmógrafo de la Casa de Contratación de Indias.
Continua en: Primeras experiencias en el desvío del compás (Clase 29)
Darío G. Fernández
Director del ISNDF
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