Viene de El Compás de Navegación (Clase 19)
Podemos definir al compás de navegación como el instrumento que permite orientar un buque en el mar, permitiendo que éste navegue a un rumbo determinado. Básicamente, consiste en uno o varios imanes llamados “directores” que se encuentran unidos a un disco graduado o “rosa de los vientos” en el que se hallan dibujados los rumbos de 0o a 360o (Fig. 51).
Este último se encuentra en libertad de girar sobre un pivote llamado “estilo”, cuya punta se apoya en el “chapitel”, permitiendo de esta manera que dicho círculo se oriente con los meridianos magnéticos gracias a las propiedades de los imanes, con escasa fricción o rozamiento.
Todo el conjunto va montado dentro de un recipiente denominado “mortero”, cuya tapa es de cristal transparente. Dependiendo del diseño del compás, el disco central que contiene a la rosa de los vientos se encuentra montado sobre una suspensión cardánica a fin de que las variaciones en la escora no afecten a la horizontalidad de la rosa.
La rosa de los vientos bien puede considerarse inmóvil a pesar de los movimientos que efectúe el buque, dado que siempre se va a encontrar orientada respecto del meridiano magnético, y será el buque el que gire en torno a ella.
Para efectuar la lectura sobre la escala es preciso fijar la vista en la “línea de fe”, que puede ser una línea pintada sobre el fondo del mortero o una especie de aguja colocada verticalmente, como muestra la figura 52.
Existen dos tipos principales de rosa de los vientos:
Rosa plana: En esta rosa la lectura se realiza sobre la parte posterior de la misma, lugar donde se sitúa la alidada o línea de fe. Debido al efecto de la lupa que crea el líquido en el interior, los números en el fondo del compás aparecen ampliados y permiten una lectura más fácil (Fig. 53). Este tipo de rosa permite tener una visión global del rumbo del barco respecto del Norte. En su gran mayoría se utilizan en compases montados sobre una bitácora, por delante del timón.
Rosa cónica: En este caso la lectura se efectúa de manera frontal. Generalmente, además de la lectura frontal, la parte superior de la rosa también viene graduada, ofreciendo en algunos casos las dos posibilidades de lectura. Generalmente utilizan este tipo de rosas los compases de empotrar o de mamparo (Fig. 54).
Los requisitos fundamentales que debe reunir un buen compás de navegación son dos: estabilidad y sensibilidad. Esto quiere decir que debe registrar los más ínfimos movimientos en el rumbo del buque y no obedecer, en cambio, a fuerzas ajenas al magnetismo como pueden ser vibraciones, pantocazos, guiñadas, etc. Para lograr este efecto es preciso que la rosa sea sumamente liviana, que posea una gran “fuerza directriz” y un “período de oscilación” relativamente largo.
La fuerza directriz es aquella que obra sobre el norte de la aguja, llevándola nuevamente a su posición (orientada con el meridiano) cuando haya sido apartada por una causa cualquiera.
Al tiempo que tarda la aguja en ir en un sentido y volver luego en contra, hasta arrancar de nuevo en la dirección primera, se llama período de oscilación. Este período no debe coincidir con el balanceo del buque, dado que la rosa se tornaría inestable.
Existen dos grandes grupos de compases: de líquido y secos. En el primero, la rosa gira en el interior del mortero inmersa en un medio líquido que puede ser una mezcla de alcohol y agua destilada, glicerina, etc.
En los compases secos, en desuso en la actualidad, la rosa se mantenía suspendida en el estilo dentro del mortero vacío. Este último, llamado “compás o aguja de Thompson”, estaba formado por un anillo de aluminio ligero que coincidía con el borde exterior de un disco de papel. El disco llevaba pintados los rumbos (rosa de los vientos) y la aguja magnética estaba conformada por varias agujas o varillas paralelas, sostenidas por hilos de seda, que las fijaban al aro de aluminio y al pivote central.
Existieron muchos tipos de compases secos, pero todos ellos son muy parecidos al de Thompson. Este tipo de compases se hallaban mucho más expuestos a variaciones por vibraciones u oscilaciones que los de líquido. Para evitarlas contaban con dispositivos y lastres de plomo que amortiguaban en parte los movimientos bruscos. Las altas velocidades de los buques de guerra, así como los disparos de artillería daban lugar a violentas vibraciones en las agujas secas. En los buques mercantes ocurría algo similar si las condiciones climáticas eran adversas. Por estas razones se ha generalizado el empleo de compases de líquido, en los que las perturbaciones en la lectura por vibraciones externas son mucho menores debido a la amortiguación que el líquido proporciona. Estos últimos, dado que la rosa es soportada por el líquido que lleva el mortero, tienen la facultad de llevar imanes de mayor tamaño, lo que mejora considerablemente la “fuerza directriz”.
En los compases de navegación que utilizan los buques de porte, el mortero conteniendo la rosa se encuentra montado en una doble suspensión cardánica sobre una columna de madera denominada “bitácora”, construida de una altura conveniente para la visión del timonel (Fig. 55).
Por encima se coloca el cubichete que sirve de resguardo a la aguja náutica. Dentro de la bitácora hay distintos compartimientos donde se alojan los elementos para la compensación del compás, tema que trataremos más adelante. De más está decir que esta serie de elementos solo se utilizan en grandes compases de bitácora que se encuentran expuestos a enormes desviaciones. En las embarcaciones deportivas donde los desvíos son pequeños, basta con un par de imanes Norte-Sur, Este-Oeste.
Continua en: La declinación magnética (Clase 21)
Darío G. Fernández
Director del ISNDF
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